NOS VEN

Friday, July 20, 2007

EL IMPERIO QUE YO VI.



Cuzco es una ciudad en la que se respira el misticismo. Y es que así vamos predispuestos a visitarla, pues la imagen que se refleja en folletos o videos lo insinúa, lo vende y el turista compra. El cielo serrano color turquesa nos recibe con el ingreso del Inti (sol), casas de estilo colonial, hoteles nuevos que quieren parecer coloniales y souvenirs hasta en la sopa completan una frase colectiva: Bienvenido al ombligo del mundo.

Ya estoy viviendo los primeros minutos de aclimatación -un mate de coca o sorochipil previa indicación médica puede evitar los estragos- cuando de pronto me topo con la metrópoli arroz con mango, característica principal de las ciudades peruanas. Ambulantes, manifestantes y todo lo que termine en ese sufijo dicen aquí estoy, las líneas de combis no quieren pasar piola y lo hacen en el variopinto panorama con nombres propios de una cultura animada: batman, pegasso, el zorro y acaso el más veloz, el corre camino.

Uno cree que luego del city tour por la ciudad lo ha visto todo, las fortalezas cercanas como Puca Pucará, Sacsayhuaman, Kenkos o Tambomachay, así como el multireligioso templo del Qoricancha, lo hacen parecer por su impecable belleza y simetría. Sin embargo el gozo va en ascenso conforme pasan los minutos, especialmente cuando salimos del moderado ruido urbano para adentrarnos en los valles pintorescos del Vilcanota.

La hora se va acercando. Casi siempre dejan Macchu Picchu para último momento y cual desenlace de novela, la privación emerge y la imaginación brota preguntándome, cómo un pueblo pudo hacer tanto y tan bien. El tercer día de viaje marca el camino a Urubamba, haciendo una parada en Pisac para comprar todos los recuerdos posibles de esta tierra. Sus pobladores, expertos en cerámica, textilería y ahora último en marketing, ya están generando sus propias marcas dándole un valor agregado a sus productos. En Pisac vale el regateo, pues las cosas tienen dos precios, uno para extranjero y otra para peruano con casi el 100% de diferencia. No quise irme sin probar unas recomendadas empanadas de queso y tomate hechas en horno artesanal. Sencillamente increíbles.

Urubamba es un manto verde enclavado entre los cerros. Andenes por doquier, ovejas y pastores, chicheríos y posadas, de todo para el turista pero mucho más caro que hace 5 años nos dice un poblador de la zona. Y es que Cuzco en su totalidad se ha vuelto así. En su evolución a ciudad netamente turística ha subido sus precios, mejor dicho, ha estandarizado sus precios para turistas extranjeros. Obviamente uno puede encontrar lugares apropiados para hospedarse, pero los que tienen un mejor servicio cuestan más. En definitiva esta política de desarrollo está llevando al Cuzco a ser visitado cada vez menos por peruanos y mucho menos ahora que las empresas privadas eleven sus costos por la elección de Macchu Picchu como nueva maravilla del mundo y el interés que lógicamente genere. Así que compatriotas de a sol, dense una vueltita ahora mismo.

El tren sale de la estación de Urubamba con destino a Aguas Calientes a 40 kilómetros por hora, en el camino encontramos más andenes y las turbulentas aguas del río Vilcanota, así como la central hidroeléctrica de Macchu Picchu. Ocho kilómetros de zigzagueante recorrido y unos 300 escalones nos separan del gran diseño arquitectónico, pero en ese momento el cansancio es lo de menos, la energía se percibe en el aire y tras unos cuantos pasos por fin puedo ver nuestro orgulloso pasado.

Parado y casi atónito comprendí porque el pueblo cuzqueño se siente tan orgulloso de este vestigio. Por más que tenía Macchu Picchu al frente no lo terminaba de creer, las enormes piedras cuidadosamente puestas una sobre otra sin ningún pegamento, el reloj solar y los pequeños canales para desaguar en temporada de lluvias dan fe de la grandeza de mis ancestros.

Finalmente, no pretendo decir que la elección de Macchu Picchu como nueva maravilla del mundo sea mala, por el contrario, nos ayudará muchísimo a posicionar al Perú en el exterior, pero debemos acompañar este éxito con una estrategia conservacionista del Cuzco y de Macchu Picchu a la cabeza. O saber cómo se va a manejar la afluencia del público al santuario, si ahora con sus 3,000 visitantes diarios se está solicitando un par de días libres a la semana, para evitar el peligro de hundimiento en sus bases.

El imperio que conocí me será inolvidable, pero más aún, el cariño de su gente -algunos vestidos de quechuas, otros de Incas- en todo el Cuzco, dando la bienvenida al visitante, ofreciendo algún recuerdito o pidiendo un dólar por foto. Apreciemos esta bendición de nuestros padres y démonos una vuelta por la Capital Arqueológica de América en la primera oportunidad que tengamos. Es de justicia.